Las constituciones de todas las repúblicas han sentado las bases legales sobre la secularización o la separación de la religión y el Estado. Así ha sido a lo largo de la historia, en especial de la historia contemporánea.
El Renacimiento, con el surgimiento del humanismo, sirvió de punto de partida para la separación del Estado de la iglesia. Cualquier iglesia, la católica, presbiteriana, anglicana o luterana. La división de la religión y la política marcó el rumbo de la actuación de cada uno de estos por vías distintas.
La Iglesia no intercede en los asuntos públicos ni el Estado interviene en los asuntos religiosos. Así, se beneficia el avance de las leyes civiles y ciudadanas, por un lado, y la libertad de culto, por el otro.
Contenido
¿Qué es un Estado laico?
Un Estado laico es aquel donde la iglesia y el estado, como poderes, actúan separadamente. Significa que el gobierno de un Estado determinado no puede derivar de las políticas o creencias de ninguna religión constituida. También quiere decir que a un líder religioso no se le debe otorgar poder político por su condición de representante de la iglesia. Pero, teniendo las competencias que correspondan, un líder religioso puede postularse para un cargo político sin importar a cuál iglesia pertenezca.
Un Estado laico supone también que ninguna persona debe ser perseguida, hostigada o detenida por alguna autoridad del gobierno o del Estado por razones religiosas.
Algunas características de un Estado laico o secular son:
- En un estado secular la religión y la política mantienen actuaciones y trabajos separados.
- El Estado no favorece ni discrimina a ningún individuo por sus creencias religiosas.
- El Estado no interfiere en las actividades promovidas por la iglesia, siempre y cuando estas se ajusten a las leyes que existan.
- A la hora de diseñar, crear y aplicar leyes, el Estado no se fundamenta en la religión.
- Cuando el gobierno toma decisiones la religión no tiene ninguna influencia.
- Para el Estado, todas las expresiones religiosas son iguales, lo que supone la libertad de culto y religión.
- El Estado laico mantiene una posición imparcial en el ámbito religioso.
- El Estado laico o secular se mantiene independiente y al margen de cualquier organización religiosa. Las autoridades que representan el poder político no están sujetas públicamente a alguna religión estipulada.
- Para un Estado laico todos los ciudadanos son iguales, tanto los que creen y pertenecen a una religión como los no creyentes.
- En un Estado laico o secular no existe una «religión de Estado» o equivalente y se mantienen separadas la religión y la política.
Ni tan juntos ni tan separados
Desde la Revolución francesa, las revoluciones liberales y la independencia de Estados Unidos, se ha perseguido la desintegración de la “alianza entre el trono y el altar”. Se ha buscado la redefinición de las relaciones entre la religión y la política, con la idea de establecer Estados verdaderamente laicos. Un Estado donde cada estamento aborde los temas relacionados con sus propios círculos de influencia.
Sin embargo, en todos los gobiernos ha prevalecido el interés de la iglesia por ser parte de los grupos de poder. El interés se manifiesta en la ambición por tener curules legislativas o querer pertenecer a una cartera ministerial. De esta manera, podría intervenir en la toma de decisiones, la creación de leyes y en darle forma legal a lo que ocurre en la sociedad.
En algunos países ha existido apertura hacia la participación de la religión en la política. La consecuencia ha sido la conformación de grupos de choque que obstaculizan las intenciones del poder civil. Trabas que se interponen en el objetivo de avanzar y responder a una sociedad que reclama cambios en cuanto a las leyes que la rigen.
La religión y la política han constituido una alianza que ha fomentado algunos logros desde aspectos sociales. Entre estos logros están la atención de la pobreza extrema y grupos sociales vulnerables, y el fomento de la igualdad de oportunidades. Pero esta alianza también ha significado la congelación o paralización de temas que apenas si se discuten en el seno de un parlamento.
Actualmente, son muchos los asuntos que requieren ser discutidos al margen de la vinculación que exista entre la religión y la política. Se trata de asuntos que la sociedad reclama a medida que va avanzando en sus ideas y en la concepción de su bienestar.
Esos temas, que también están en la mira de los medios de comunicación, son, entre otros:
- La aceptación legal del matrimonio entre parejas del mismo sexo.
- La educación sexual en las escuelas.
- La interrupción voluntaria del embarazo.
Existen naciones cuyas constituciones ofrecen la libertad y dan espacios para la participación de la iglesia en la política. Es el caso de los latinoamericanos donde grupos religiosos están llegando a formar parte del Estado para involucrarse en la formulación de políticas públicas.
Muchos han criticado el hecho de que “lo religioso cada vez invade más lo político”. Al mismo tiempo existe evidencia de que “la secularización está cada vez más lejos”, la separación de política y religión no está cerca de concretarse.
Cualquiera sea el país, la intervención de la iglesia en la política ha sido mal vista porque las alianzas no se han dado con sectores religiosos progresistas. No han allanado el camino a la aceptación de propuestas como el matrimonio igualitario, el aborto, la educación sexual o los derechos sexuales y reproductivos.
¿Dónde podrían actuar Iglesia y Estado?
Iglesia y Estado son dos poderes que junto al económico, el de los medios de comunicación y el social, han permanecido. Cada uno por separado enfrenta sus propios desafíos.
Sin embargo, bien podrían la religión y la política actuar por separado o conjuntamente en generar propuestas que conduzcan a minimizar:
- La pobreza extrema.
- La adaptación y mitigación de riesgos ante el cambio climático.
- El consumismo desbordado.
- La contaminación ambiental.
- La igualdad de género.
- La reducción del plástico en zonas protegidas.
- La salubridad e higiene en zonas sin acceso a agua potable.
- La promoción del uso de energías alternativas o renovables, entre otros.