Clara Campoamor y su lucha por el voto femenino en España

Clara Campoamor

Cada día, la lucha por la igualdad de género en el mundo se hace más fuerte, avanza más y se expande para llegar a más lugares. A pesar de ello, existen partes del mundo en el que ciertos derechos de las mujeres están condicionados o negados. Hace algunos años, era este el caso del sufragio femenino.

La lucha por el voto femenino ha sido una de las más exitosas, pues hoy solo 1 de 194 países soberanos se niega al mismo (Ciudad del Vaticano) y solo 2 lo condicionan (Brunéi y los Emiratos Árabes Unidos).

Pero éxito no es sinónimo de fácil. En la mayoría de los países esta lucha ha llevado años y años de propuestas, muchos líderes, protestas y exigencias antes de ver sus frutos, y España no es la excepción.

Una de las figuras más importantes de esta lucha en el país es Clara Campoamor. Una escritora que defendió con todas sus fuerzas sus creencias, sus ideales y exigió sus derechos como ninguna mujer lo había hecho antes. Su historia está muy ligada a la política y al voto femenino en España.

Clara Campoamor tuvo que escalar con mucho esfuerzo hasta llegar a convertirse en la madre del sufragio femenino en España. Sin embargo, en la actualidad no se le reconoce con la notabilidad que merece, y no es tomada como un personaje importante para su país, por lo que su historia termina siendo ignorada.

¿Quién fue Clara Campoamor?

Clara Campoamor Rodríguez nació el 12 de febrero de 1988 en Madrid, España. Su madre era una costurera llamada María Pilar Rodríguez y su padre era contable: Manuel Campoamor. Este matrimonio llegó a tener tres hijos, de los cuales solo sobrevivieron dos. El único hermano de Clara era Ignacio Campoamor, cuya historia con la política es algo turbia.

Durante sus primeros años de vida, Clara tuvo acceso a la educación. Pero esto acabó cuando ella tenía 13 años pues, al fallecer su padre, le tocó trabajar para ayudar con la economía del hogar.

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Vida laboral

Su primer trabajo fue como modista, como asistente de su madre. Después de esto pasó a trabajar como dependienta en una tienda a la vez que se encargaba de responder sus llamadas telefónicas. Esto último fue lo que le dio pie a buscar opciones de empleo en el cuerpo de telégrafos del Ministerio de la Gobernación, donde consiguió ser auxiliar del cuerpo femenino.

Tener un puesto de trabajo en una institución del Estado hizo que Clara Campoamor estuviese al tanto de todos los problemas que vivía la sociedad por aquel entonces, lo que la impulsó a enfocar sus esfuerzos en tratar de resolverlos.

Cuando fue promovida al Ministerio de Institución Pública se dedicó a enseñar en la Escuela de Adultas, siendo profesora de taquigrafía y mecanografía. Puesto que también consiguió bajo el primer concurso de oposición de este Ministerio, justo como consiguió su puesto de telégrafa auxiliar.

Durante 1914 y 1920, Clara ejerció su puesto como profesora especial a la vez que traducía textos del francés al español. Además, servía como auxiliar de mecanografía en el propio Ministerio y era secretaria de Salvador Cánovas Cervantes, director de La Tribuna, un periódico conservador que permitía que Clara hiciera publicaciones de vez en cuando.

Sus publicaciones llamaron la atención de otros periódicos, como Nuevo Heraldo, El Sol y El Tiempo, y estos le ofrecieron espacios en sus páginas, lo que la convirtió en una colaboradora recurrente de estos.

Superación y liderazgo

En estos 6 años Clara consiguió ahorrar el dinero suficiente para poder continuar con su educación de bachillerato a los 32 años, para luego poder estudiar una carrera universitaria.

Gracias a todo lo que aprendió trabajando con grandes figuras de la política del panorama de esa época, Clara Campoamor decidió estudiar Derecho en la Universidad Complutense de Madrid, donde se graduó en 1924.

En España había muy pocas mujeres abogados que ejercieran su profesión, pues esa área, como casi todas las demás, estaba dominada por el género masculino. De hecho, antes de que Campoamor se registrara y se incorporara en el Colegio de Abogados de Madrid en 1925, solo una mujer había logrado hacer esto: la pionera Victoria Kent.

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Victoria Kent

Estando más que preparada para ejercer, la abogada Clara Campoamor fue rodeándose de figuras políticas importantes mientras iba dándole forma a sus ideales socialistas y de emancipación femenina. Ideales que crecieron al comprobar que el número de mujeres en su posición era escaso y no estaba de acuerdo con tal desigualdad de género.

Esta fue la razón por la cual no perdió la oportunidad de postularse en 1931 para ser elegida al Parlamento. Cosa que se hizo posible cuando la II República Española modificó sus leyes electorales para que las mujeres pudiesen ser elegidas para el Congreso de los Diputados.

Entró a formar parte del Parlamento por el Partido Radical con ideales de izquierda, cuyo eslogan o lema eran adjetivos que resonaban con la forma de pensar de Clara: “republicano, liberal, laico y democrático”.

Quería demostrar que las mujeres tenían la capacidad de estar en cargos de poder como cualquier otro hombre, y lo logró. Fue una de las tres mujeres que fueron electas: ella, Victoria Kent y Margarita Nelken.

campoamor kent nelken
Campoamor, Kent y Nelken

Cuando inició su trabajo de diputada en las sesiones del Parlamento, Clara seguía notando las ineficiencias y la discriminación de las leyes para la propia sociedad. Esta situación la llevó a ejercer su cargo con mucha más seriedad para solucionar los problemas de los ciudadanos.

Voto femenino: una lucha entre iguales

El Congreso de los Diputados permitió la inclusión de mujeres en sus escaños, pero no le permitía a ninguna mujer de España el derecho al voto para escoger a sus representantes.

Esta fue una de las principales críticas de Campoamor y se convirtió en una de sus propuesta para el proyecto de la Comisión constitucional de la nueva República (proyecto que ayudó a redactar), junto con otras 20 mociones de diferentes diputados.

Entre las propuestas más comentadas y más importantes de Clara estaban la igualdad jurídica para todos los niños, así hayan nacido dentro o fuera de un matrimonio, y el divorcio. Además de la igualdad de derechos para hombres y mujeres, el voto universal y la no discriminación.

Los argumentos y discursos de Clara Campoamor tenían la capacidad de conectar con cada persona, por lo que la mayoría de sus proposiciones fueron aceptadas a excepción de la igualdad de derechos respecto al sufragio. Esta propuesta era controversial y el Parlamento no tuvo otra opción que dejar el debate en manos de las Cortes de España.

 «No podéis venir aquí vosotros a legislar, a votar impuestos, a dictar deberes, a legislar sobre la raza humana, sobre la mujer y sobre el hijo, aislados, fuera de nosotras”.

Clara Campoamor y Victoria Kent: dos caras de la misma moneda

El conflicto por los intereses entró en juego cuando Victoria Kent y Clara Campoamor, las primeras dos mujeres abogadas de España, toman distintos bandos en el mismo tema estando bajo el mismo ideal político. Cada una representaba una cara de la misma moneda en el debate del 1 de octubre de 1931 sobre el voto femenino.

Por una parte, Clara apoyaba su propia propuesta y la defendía muy bien con sus discursos. Explicaba que si los hombres tenían derecho a escoger a sus líderes, y muchas veces tomaban la decisión errónea, las mujeres de igual forma debían tener el derecho a equivocarse, y que “la libertad se aprende ejerciéndola”.

Y por otra parte, Victoria Kent adoptó una postura que no afectaría a sus ideales y que, en última instancia, también resultara favorecedora para su género.

Victoria abogaba por retrasar el sufragio universal, debatiendo que permitir el voto femenino en ese momento sería la derrota para los ideales de izquierda, ya que las mujeres se podrían ver más atraídas por las ideas de derecha.

Entre las razones para retrasar el voto femenino, Victoria establecía que las mujeres españolas no tenían la experiencia suficiente para votar, o no todas. Decía que las mujeres deben atravesar un período de educación universitaria para ampliar sus pensamientos y ser “liberadas en su conciencia”.

Las Cortes de España le dieron la razón a Campoamor, con 161 miembros votando a favor de su discurso, contra los 121 miembros apoyando la defensa de Victoria Kent. La primera vez que las mujeres depositarían sus votos en las urnas sería en las elecciones parlamentarias del 19 de noviembre de 1933.

Primeras elecciones con votos femeninos

Una de las frases más imponentes del discurso de Clara fue “me siento ciudadano antes que mujer”, reconociendo el papel que las mujeres podrían ejercer si no fueran marginadas ante las decisiones de la sociedad.

En las elecciones parlamentarias del 19 de noviembre de 1933 participaron casi siete millones de mujeres, todas mayores de 23 años, que pusieron su ciudadanía por encima de su sexo para hacer valer sus voces y escoger a los diputados que las representarían en el Parlamento.

Esto era una victoria para la lucha de la igualdad y para Clara Campoamor. Aunque su victoria no duraría mucho. Los resultados de esas elecciones la dejaron fuera del Parlamento al igual que a su opositora del debate, Victoria Kent. Solo Margarita Nelken fue reelegida para continuar con su cargo en el Congreso de los Diputados.

Secuelas de las elecciones

También en estas elecciones ganó una mayoría con ideales de derecha, justo como lo había dicho Kent en su discurso. Pero el triunfo de la derecha se debía a que se iba uniendo cada vez más, cosa que impulsó la confianza en estos ideales, mientras la izquierda presentaba diferencias entre sus partidos.

Sin embargo, el ojo público le daba la razón al discurso de Victoria Kent y no dudó en cargar a las mujeres de culpa al igual que a Clara Campoamor, quien aceptó la derrota junto con su salida del Congreso.

No se dio por vencida y siguió luchando por los derechos de los ciudadanos, ahora en su cargo como Directora General de Beneficencia. Pero este puesto lo ocuparía menos de un año, hasta que decidió renunciar por tener grandes diferencias con su jefe.

En 1934 intentó formar parte de la Izquierda Republicana para seguir haciendo vida política, pero Clara ya tenía una mancha en su nombre. La decisión de integrarla en el partido la tomaron por medio de una votación pública cuyo resultado fue negativo.

Salir de España como método de supervivencia

En 1935 Clara publicó un testimonio personal en el que cuenta y relata cada una de sus luchas en el Parlamento y dejaba claro sus ideales, con la intención de limpiar su nombre de las connotaciones negativas que le dejó su vida política.

Y en 1936, cuando ganó el Frente Popular (entidad formada por varios partidos políticos con vistas de izquierda), ninguna de las personas que la culpaba por ser la causante de la victoria de la derecha en el Parlamento dijo nada, pero sí celebraban la nueva victoria.

En julio de 1936 estalló un golpe de Estado y comenzó la Guerra Civil contra la Segunda República en España. Hecho que desencadenó una migración masiva de españoles hacia otros países para evadir el conflicto bélico.

Así pues, Clara Campoamor pasó por varios destinos: París, Buenos Aires… donde se dedicaba a hacer publicaciones y a traducir textos mientras la situación de su país natal se calmara por completo.

Exilio definitivo

No fue hasta 1950-1951 que se decidió a volver a España con la ilusión de continuar su vida en su patria, pero se le fue negada la entrada por sus creencias religiosas. Una vez más, su país se veía afectado por la discriminación hacia grupos específicos.

A Clara se le acusó de pertenecer a una logia masónica y se le procesó. La policía franquista tenía una forma de lidiar con ellos: se les proponía delatar a otros masones o se enfrentaban a una pena de cárcel de 12 años. Y siguiendo sus convicciones, Clara decide quedarse en el exilio antes que abandonar sus ideales.

Después de este momento, Clara se fue a Lausana (Suiza) donde comenzó a trabajar en un bufete de abogados perteneciente a Antoinette Quinche, hasta que perdió la vista. Ella falleció el 30 de abril de 1972 de cáncer.Si bien su vida se vio envuelta en la política, su legado tomó el rumbo de un movimiento social. No hay duda de que Clara Campoamor es una figura representativa de la fuerza de espíritu, de la creencia en los propios ideales y de la lucha por la igualdad. En la actualidad es un icono feminista del voto universal y sin discriminaciones en España.

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