Georgia O’Keeffe Totto fue una pintora estadounidense, que nació el 15 de noviembre de 1887, en Sun Prairie, Wisconsin, Estados Unidos.
A los 8 años comenzó su formación artística en el Instituto de Arte de Chicago y después, ingresó en la Liga de Estudiantes de Arte de Nueva York. A los 10 años Georgia descubrió que sus padres no podrían pagar sus estudios, pues su padre estaba en la quiebra y su madre tenía tuberculosis.
Con la ayuda de una tía continúo sus estudios en el Madison High School y en lo que tuvo la oportunidad, comenzó a ayudar a su familia, utilizando sus habilidades artísticas.
A los 21 años trabajó como ilustradora en Chicago y posteriormente, trabajó como maestra de arte en educación primaria en Virginia, Texas y Carolina del Sur. Durante ese tiempo, en los veranos, continúo estudiando arte, alejándose de la tendencia a copiar o representar y acercándose a comenzar a definir su propio estilo personal, interpretando diversos temas.
A los 31 años, se mudó a Nueva York para comenzar formalmente su carrera como artista y mientras estaba en la ciudad, visitando galerías, conoció al que sería su marido futuro, el fotógrafo Alfred Stieglitz. En 1924 se casó con este, para quien fue su musa, como artista, como mujer, como su amada.
Alfred Stieglitz le dedicó una serie de fotografías, donde Georgia estaba presentada con magia y erotismo. Entre 1925 y 1929, Georgia O’Keeffe pintó muchos edificios de Nueva York, creando una serie de pinturas fundamentadas en los rascacielos de la ciudad.
Georgia y Alfred vivieron juntos en Nueva York hasta 1929, cuando O’Keeffe viajó a Nuevo México y se enamoró del lugar, de sus paisajes y los cráneos de los animales.
O’Keeffe es mundialmente reconocida por tres temas recurrentes en su obra: sus flores aumentadas, su amado desierto de Nuevo México y los rascacielos neoyorquinos.
Georgia siempre fue fiel a sí misma, con una tenacidad que le abrió nuevos territorios, y que contribuyó a darle crédito dentro del modernismo norteamericano. En 1972 Georgia comenzó a tener problemas en la vista, por lo que dejó de pintar al óleo y continuó con carbones y lápices hasta 1984.
Georgia O’Keeffe murió en Santa Fe, Nuevo México, Estados Unidos, el 6 de marzo de 1986, a los 98 años.
Sus misteriosas e hipnóticas pinturas cargadas de simbolismo, la convirtieron en una de las artistas más importantes del siglo XX.
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Georgia O’Keeffe en Nueva York
En 1914, durante una breve estadía en Nueva York entró en contacto con la vanguardia artística neoyorquina. En ese momento, fue cuando conoció a Alfred Stieglitz, un fotógrafo que luchaba por elevar la fotografía al nivel de las Bellas Artes.
Alfred Stieglitz impresionado por las abstracciones basadas en motivos naturales de O’Keeffe, le organizó su primera exposición individual en 1917.
Por lo que, en 1918, Georgia se mudó a Nueva York, para dedicarse formalmente a trabajar como artista. Comenzó a crear imágenes simplificadas de cosas naturales, como hojas, flores y rocas. Una hermosa muestra de ello es “Blue and Green Music” de 1921.
Según palabras de la propia Georgia “Música azul y verde” expresa sus “sentimientos sobre la música a través del arte visual, usando colores audaces y sutiles”.
Estando en Nueva York, Georgia O’Keeffe se atrevió a pintar rascacielos, algo que sólo habían hecho los hombres hasta entonces. En 1946, el Museo de Arte Moderno (MoMA por sus siglas en inglés) le dedicó una exposición en solitario, siendo la primera consagrada a una mujer.
Georgia O’Keefe y las Flores
Georgia O’Keeffe comenzó a crear nuevas formas de arte abstracto, y con ellas aparecieron sus flores de gran formato, en una particular combinación de simbolismo y abstracción.
La década de los veinte le sirvió a para consolidarse como una artista madura, cuyos primeros planos de flores, se convirtieron en su signo de identidad. Georgia pintó más de 200 pinturas de flores. Su primera flor a gran escala fue: “Petunia No. 2” de 1924, la cual se exhibió en 1925.
Muchos decían que sus obras representaban los genitales de las mujeres, aunque ella lo negó. Esta reputación de representar la sexualidad de las mujeres, quizás fue alimentada por fotografías explícitas y sensuales que Stieglitz había tomado y exhibido de su mujer.
Muchos críticos de arte, la han considerado como una de las precursoras de la pintura feminista, mostrada a través de los misterios florales de Georgia O’Keeffe.
Georgia O’Keeffe y Nuevo México
A partir de 1929, cuando Georgia O’Keeffe conoció Nuevo México, éste se convirtió en su fuente principal de inspiración. Así comenzaron a quedar atrás sus flores y sus rascacielos, pues comenzó a pintar huesos y cráneos de animales, así como paisajes de su casa de adobe.
Pintó también, las montañas, las iglesias y los edificios de adobe de Nuevo México, y es que Georgia encontraba inspiración en el paisaje y en toda la naturaleza que veía. Se había enamorado del desierto, pues allí encontró su hogar, el “Ghost Ranch”, y su montaña mágica, el Pedernal.
A las flores que siempre le gustó pintar, le incorporó huesos de animales jugando además, con la perspectiva del paisaje. Como se puede ver en sus obras: “Horse’s Skull with Pink Rose” de 1931 y “Deer’s Skull with Pedernal” de 1936.
Georgia pintaba todo el tiempo, le mandaba los cuadros a su marido y él decidía si se vendían o no, y a quién. En 1934 sucedió un milagro: el Museo de Arte Moderno de Nueva York, uno de los más prestigiosos del mundo, compró uno de los cuadros de Georgia O’Keeffe.
Georgia siguió pintando y vendiendo muchos de sus cuadros por intermedio de su marido, hasta que este murió el 13 de julio de 1946.
Últimos años de Georgia
Siendo ya sexagenaria, viajó por Europa, Perú, India y Japón mostrando su obra. A los 74 años visitó el río Colorado y fue nombrada miembro de la Academia Americana de Artes y Letras.
En las últimas pinturas de Georgia O’Keeffe las protagonistas fueron las curvas, las espirales, las líneas y los puntos, retomando sus primeras obras abstractas. Estas pinturas fueron realizadas con la ayuda de su jardinero, quien seguía sus indicaciones para elegir pinceles y escoger colores para sus obras.
Nunca dejó de pintar y cuando tuvo problemas de pérdida parcial de la visión, colaboró con otros artistas.