Es difícil separar la leyenda del hombre que fue Emiliano Zapata, líder de la Revolución mexicana y conocido como “el caudillo del Sur”, pues desde su nacimiento hasta su muerte se han tejido mitos, cuentos e invenciones que desdibujan la línea entre lo real y lo imaginario, especialmente por la forma de vida que llevó.
Emiliano Zapata Salazar, nació el 8 de agosto de 1879 en el pueblo de Anenecuilco, Morelos; nació en el seno de una familia dedicada al campo; hijo de Cleofas Salazar y Gabriel Zapata.
En su casa enclavada en el campo, Emiliano creció junto a sus nueve hermanos, tres varones: Eufemio, que logró llegar a General de la Revolución, Pedro y Loreto, y seis hembras: María de Jesús, Ramona, Celsa, María de la Luz, Matile y Jovita.
En esa época Porfirio Díaz era el hombre fuerte de la política mexicana, por lo que Emiliano Zapata vivió su infancia en un contexto donde el latifundismo era la forma de tenencia de la tierra, y fue testigo de múltiples despojos de campesinos que perpetraban los hacendados.
Esa forma de vida y de injusticia social que presenció desde su infancia marcó la vida de Emiliano Zapata, quien quedó huérfano de padre siendo un adolescente, por lo que solo pudo culminar el sexto grado de educación primaria para luego dedicarse a ser peón de hacienda y entrenador de caballos.
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La política como forma de vida de Emiliano Zapata
Desde muy joven incursionó en la política, y con solo 23 años ya era el líder de la junta campesina de Cuautla donde lucho de frente por los derechos de los campesinos y le declaró la guerra a los hacendados; ya en 1909 fue nombrado jefe de la junta de defensa de Anenecuilco.
El nombre de Zapata estaba entre los integrantes del club Melchor Ocampo, el cual apoyaba la candidatura del opositor Patricio Leyva, jefe de Morelos, lo que constituye su primera incursión en el mundo de la política pero que lo seguía vinculando a la lucha contra el latidfundismo y a la defensa de los campesinos.
Al ser elegido jefe de la Junta de Defensa de las tierras de Anenecuilco-Villa de Ayala-Moyotepec, comenzó a analizar los documentos que desde la época del virreinato mexicano le otorgaban los derechos de propiedad de las tierras a sus pueblos, pero que con las llamadas Leyes de Reforma, especialmente la Ley Lerdo, se obligó a los asentamientos civiles a salir de sus propiedades, mientras que otras fueron expropiadas.
Estas expropiaciones sirvieron de ayuda para que varias personas aumentaron sus riquezas y sus tierras al margen de la ley, razones que se sumaron a la causa de Emiliano para convertirse en el líder campesino de Morelos.
La reforma agraria como causa de la Revolución
La torpe e infortunada política agraria del régimen de Porfirio Díaz fue una de las causas de Revolución mexicana, pues las leyes del Porfiriato, tal como se conoció el período de la historia de México entre 1876 y 1911, favorecieron a terratenientes y a compañías se adueñaron tanto de las tierras comunales como de las pequeñas propiedades, desplazando a los campesinos pobres hacia otras áreas infértiles.
Ya en el año de 1910, cuando estalló la Revolución, más de 90% de los campesinos estaban si tierras, y los latifundistas que se habían aprovechado de la política agraria empleaban a más de tres millones de jornaleros.
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Esa mala política confinó a los campesinos a vivir en la miseria, y, a pesar de que el esquema se repetía en el resto del país, la situación se hizo más grave en zonas del estado de Morelos, donde los terratenientes expandían sus siembras de caña de azúcar por medio de la explotación de los campesinos pobres y de los indígenas.
Fue en 1909 con la nueva ley de bienes raíces que unos cuatrocientos campesinos de la aldea de Zapata, Anenecuilco, participaron en una reunión clandestina para hacer frente al problema, entonces se renovó el concejo municipal, quedando Zapata como presidente del nuevo concejo.
Para ese entonces contaba con 30 años, y comenzó a comunicarse con gente de la capital, especialmente estudiantes de leyes y del derecho, con la idea de “hacer valer los derechos de propiedad de sus paisanos”.
Zapata se alió junto a otro gigante de la Revolución: Pancho Villa, logrando un ejército unido y vencedor en la Ciudad de México en 1914.
De amores y otros placeres
Siendo líder militar y campesino, pieza esencial de la Revolución mexicana y símbolo de la resistencia campesina en México, estuvo al mando del Ejército Libertador del Sur.
Toda su vida estuvo dedicada a la defensa de los derechos de los campesinos y a la lucha contra la explotación y expropiación de las tierras, lo que despertó la admiración de hombres y mujeres.
Aun cuando en los cientos de cuadros y retratos que se publican de Emiliano Zapata su expresión es seria y poco amigable, se dice que el conocido como el “Caudillo del Sur” era un hombre amistoso, que gustaba del baile y de las fiestas, especialmente las fiestas taurinas.
De su vida amorosa se han hilado muchas historias y mucho dio de qué hablar, pues tuvo alrededor de nueve esposas, siendo la primera Inés Alfaro Aguilar, con quien tuvo a Guadalupe, Nicolás, Juan, Ponciano y María Elena.
La segunda mujer y esposa oficial fue Josefa Espejo Sánchez, conocida como la Generala, con quien tuvo dos hijos, Felipe, quien murió a los tres años víctima de una picadura de serpiente, y Josefa quien también murió por la picadura de un alacrán.
Emiliano Zapata murió el 10 de abril de 1919, asesinado por los hombres del coronel Jesús Guajardo.
Tras la muerte de Zapata, los enemigos pensaban que se desataría una revuelta campesina, pero lo que ocurrió fue que se hizo un mito del caudillo del sur que fue mucho más poderoso.
Emiliano Zapata se convirtió en una leyenda y sigue siendo uno de los símbolos más poderosos y representativos de la Revolución mexicana.