El arte se ha definido como la manifestación de la imaginación del ser humano, quien plasma objetos reales que lo sensibilizan. Por su parte, la política, en una acepción amplia, se ha definido como actividad interesada en el manejo de los asuntos públicos de una sociedad.
Así, de acuerdo con sus conceptos, el arte y la política son ejercicios de comunicación. Y, como comunicación al fin, requieren de seguidores, su audiencia, con los cuales se identifican el artista y el político.
Por eso, el arte y la política podrían considerarse conceptos que han estado vinculados durante toda la historia del ser humano. Desde siempre, la política ha necesitado una puesta en escena, una expresión artística que acompañe al discurso político. O más bien, la puesta en escena también ha sido parte del discurso. Un discurso visual o audiovisual.
A su vez, el arte se ha valido de la política usándola como tema y como conexión con un determinado grupo humano. El arte como medio de sensibilización social.
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El arte y la política: ¿es evidente el vínculo?
Hay quienes sostienen que el arte y la política no están vinculados pues sus objetivos difieren. Pareciera ser que los intentos por desvincularlos surgen de la reflexión estética que se hace sobre uno y otra.
El arte se vincula con la expresión estética e imaginaria que el artista tiene de su objeto de atención.
La política ha sido siempre vista como artimaña, como engaño estético de la realidad. Sin embargo, estas podrían ser formas reduccionistas de entender el arte y la política pues, como se dijo, ambos son formas de comunicación efectiva con una comunidad.
El arte y la política en la historia
Los conceptos de arte y política han cambiado con el tiempo, aunque más en su aplicación que en su definición propiamente dicha. Ambos han estado sujetos a momentos y contextos históricos y culturales cambiantes. Este hecho podría sugerir que el vínculo entre ellos no ha sido siempre el mismo. Que su relación ha ido mutando desde la antigua cultura griega hasta nuestros días. Y a la política y al arte hay que agregarles la religión como otro factor cultural que ha influido sobre la sociedad.
Por eso, arte y política –y religión– no pueden verse como actividades autónomas. Constituyen una trama compleja de manifestaciones públicas enmarcadas en un contexto histórico y cultural que la modula. Se basan en la representación de la realidad del momento, retratada desde la visión del artista o desde la visión del político. Y cada uno puede ir desde la representación más cercana y palpable de la realidad, hasta una representación eufemística, con la que el mensaje se diga sin decir.
El arte en la política
Lo que queda claro es que el fin para el arte y la política es la comunicación de un mensaje. Y, a través del medio elegido, el autor busca ampliar el alcance de su mensaje.
Para ello, en el caso del político, suele recurrir a prácticas o procedimientos artísticos para aumentar la efectividad de su mensaje. Así, se escoge la expresión visual, la oral o la escrita dependiendo del mensaje y del público receptor. También del momento. Toda la representación que acompañe a cada mensaje tendrá implícito el sentido estético y funcional sobre la realidad que el político quiere mostrar. En esa representación todos los elementos encajan.
Dos ejemplos nos permiten ilustrar el uso del arte en la política. El primero, tomado de la Exposición Internacional de París de 1937. Dicha exposición fue aprovechada como vitrina política por la Segunda República Española. En ella, El Guernica se presentó como propaganda de protesta contra los bombardeos alemanes sobre esta villa vasca. La obra emblemática, encargada a Picasso, fue fiel reflejo de la situación política del país durante la guerra civil.
El segundo ejemplo, más reciente, corresponde al financiamiento que ofreció el gobierno español para ayudar en la remodelación de la sala XX del Palacio de las Naciones de la ONU. La razón esgrimida por el gobierno de turno fue darle apoyo a la cultura en el exterior. Sin embargo, también se disparó la polémica sobre la pertinencia de dicha ayuda en momentos de una gran crisis económica por la que atravesaba el país.
El mensaje político en el arte
No solo el político utiliza el arte como forma de expresión. También el artista hace uso de su obra para mostrar de forma más o menos explícita alguna tendencia política.
Tal vez el artista tiene la ventaja del amplio espectro de posibilidades con las cuales transformar la realidad en mensaje estético. Para esto, busca representar de formas más variadas la cotidianidad de la realidad existente. Sin embargo, a su vez, corre el riesgo de que esta versatilidad pueda diluir su mensaje.
Aunque la obra artística responde a un contexto temporal con sus propias características políticas, no tiene por qué perder su valor artístico con el tiempo. Bajo nuevas circunstancias y en otros contextos de realidad, puede despertar nuevas sensaciones en quien la observa.
Ejemplos de esto sobran:
- La decoración de la Capilla Sixtina, a cargo de Miguel Ángel, respondió a una solicitud hecha por el Papado que, como poder económico, demostraba además su poder político.
- O la Divina Comedia, que en su momento representó la fe religiosa de su autor, Dante Alighieri, y sus convicciones morales y filosóficas.
- También, el cuadro de La Inmaculada de los Venerables. En este, Murillo venera la divinidad y virginidad de la Virgen, resaltada desde el Concilio de Trento por la Iglesia Católica, y rechazada por el Protestantismo. Cada uno de los contextos históricos en los cuales se realizaron le da valor y sentido a cada una.
El arte y la política –y la religión– han sido actividades humanas básicas y relevantes en toda comunidad humana desde los orígenes. La necesidad de una representación de la realidad circundante en cada etapa ha llevado a la vinculación constante entre el arte y la política. Una vinculación cambiante en su forma, pero siempre presente.