Fracking es un término que define la fractura, por medios hidráulicos, de rocas del subsuelo para la obtención de hidrocarburos. Es una técnica de extracción de gas y petróleo atrapados en rocas de esquisto que, por los métodos tradicionales, no pueden ser obtenidos. Ha representado un avance en las tecnologías de extracción en yacimientos que no son rentables por las condiciones técnicas y/o naturales.
Estados Unidos es uno de los países que más se ha beneficiado del uso de esta técnica, aunque es usado también por otras potencias. Y, por supuesto, su uso ha generado todo tipo de polémicas por el daño ambiental que produce.
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El fracking, la revolución en el mundo de los hidrocarburos
Como ya se dijo, se trata de una técnica basada en principios hidráulicos para extraer gas natural y petróleo de yacimientos no convencionales. Estos generalmente se encuentran en zonas de rocas estratificadas, de poca permeabilidad, que impiden el movimiento del gas para su extracción. Con el fracking, se perforan cientos de pozos que son entubados y cementados, ocupando amplias áreas y llegando a más de 2.500 metros de profundidad. Así, se generan canales horizontales y verticales de permeabilidad elevada debido a la inyección de agua a alta presión, que causa fracturas en la roca.
Junto con el agua, se inyecta un producto «apuntalante» –generalmente arena– y productos químicos. Estos complementos ayudan a aumentar las pequeñas grietas –de menos de un milímetro– que se encuentran en la roca para facilitar su fractura. Con esta acción, se liberan gas y petróleo, que pueden ser entonces extraídos con facilidad. A los productos obtenidos se les denomina shale gas y shale oil, respectivamente.
Países que utilizan el fracking
A día de hoy, solo cuatro países utilizan ampliamente esta técnica para la extracción de hidrocarburos: Estados Unidos, Canadá, China y Argentina. Sin embargo, existen reservas probadas en otros 45, aunque no todas son explotables, por razones técnicas o de calidad de los productos. Colombia, México, Rusia, Argelia, Australia, Polonia, Reino Unido y Sudáfrica próximamente podrían sumarse a la lista. Y es que el fracking es visto como la forma de lograr la independencia energética en países altamente dependientes de la importación.
Países en contra del fracking
Varios países, encabezados por Francia y Alemania, se oponen a su uso por los daños medioambientales y de salud que provoca. En otros, se han declarado moratorias temporales, para tomar decisiones una vez concluido el tiempo establecido. En Italia, dos proyectos de extracción de shale gas fueron paralizados por protestas sociales y por el propio gobierno. Incluso en Estados Unidos, la fractura hidráulica está prohibida en algunos estados como Vermont o Nueva York. Además, en New Jersey se prohíbe el depósito de residuos procedentes de esta actividad.
El fracking en España
En el año 2012 se fundó el grupo Shale Gas España como una plataforma para la exploración y desarrollo del shale gas. Su objetivo es proporcionar información acerca de esta técnica y de su desarrollo responsable y seguro. Sostienen que se podría obtener gas natural no convencional para el consumo doméstico durante 90 años. Esto en contraposición al rechazo del fracking en comunidades como Cantabria, La Rioja, Navarra, Cataluña; provincias como Álava y Palencia; y ciudades como Burgos y Soria. En abril de este año se conoció que no se han hecho solicitudes de permisos de investigación en hidrocarburos en España desde el año 2014.
¿Por qué no está bien visto el fracking?
Existen opiniones a favor y en contra de esta técnica. Quienes la apoyan sostienen que los daños son reducidos y controlables, a cambio de grandes beneficios económicos. Por su parte, quienes la adversan, utilizan argumentos medioambientales y de salud. Entre los daños ambientales señalan, principalmente, los relacionados con la contaminación de acuíferos y con altos índices de utilización de agua. Además, resaltan el daño a la capa superficial de la Tierra y la producción de gases de efecto invernadero. Toda una afrenta al Acuerdo de París sobre el cambio climático.
Uso y contaminación del agua
Un caso emblemático ocurrió en Sudáfrica donde, en el año 2017, se le dio luz verde para su utilización en el desierto de Karoo. Las estimaciones hechas por el gobierno sudafricano alcanzaban 1,4 billones de metros cúbicos de gas obtenidos por esta técnica. Sin embargo, la severa sequía que afectó a Ciudad del Cabo a principios de 2018 se interpuso en el camino de su desarrollo.
El día cero se había establecido para el 21 de abril de 2018, cuando podría acabarse el suministro de agua en esa ciudad. Años de muy baja precipitación, unidos a la peor sequía en mucho tiempo llevaron a las represas a niveles críticos. El hecho llamó la atención del mundo y representó un obstáculo para los planes de desarrollo del fracking debido a la cantidad de agua que requiere. Unido a esto, están los riesgos de contaminación de acuíferos por los fluidos que se inyectan o por el gas liberado. En cada perforación, se inyectan cerca de 4.000 toneladas de químicos, de los cuales retornan entre un 15% y un 80% para ser depurados.
Otros daños medioambientales
Además del principal daño relacionado con el agua, bien cada vez más escaso, se conocen algunos otros daños producidos por el fracking:
- Durante la perforación. Existen riesgos de explosión, de escape de gases y de ácido sulfhídrico –altamente tóxico, aún a baja concentración–. Además, existe el riesgo de desprendimientos sobre la tubería, que pueden liberar metales pesados y elementos naturales radiactivos. Por si fuera poco, la intensidad de la fractura puede provocar actividad sísmica, particularmente peligrosa en zonas cercanas a centrales hidroeléctricas, centrales nucleares, refinerías, oleoductos.
- Ocupación del espacio. El impacto sobre el paisaje puede ser importante, pues se llegan a realizar hasta 3,5 perforaciones por kilómetro cuadrado, llegando a ocupar hasta dos hectáreas. Esto unido al tiempo de ocupación, que puede llegar a los siete años.
- Contaminación del aire. Volatilidad de los aditivos químicos tóxicos más metano que se escapa de la propia explotación pasarán a la atmósfera contribuyendo grandemente al efecto invernadero.