Cuando se habla de feminismo y de su historia se hace referencia a los diferentes movimientos que surgieron en algunos países y en diferentes fechas, como una causa que procuraba la reivindicación de la mujer en los estamentos sociales.
Las razones que motivaron estos movimientos han sido disímiles dependiendo del territorio donde se iniciaron. En España, la historia del nacimiento del feminismo registra estas gestas a comienzos del siglo XX, con la Segunda República, es decir, entre las dos primeras décadas de 1900 y la Guerra Civil Española.
No obstante, durante el siglo XIX, varios fueron los nombres que resaltaron en las tempranas acciones que buscaban la igualdad de la mujer. Y no precisamente en el ámbito político con el derecho al voto como motivo principal de los movimientos, tal como surgieron en varios países donde la condición de la mujer era relegada también en este terreno.
En España, uno de esos nombres es el de Concepción Arenal, mujer inquieta y preocupada que desafió lo establecido en los espacios educativo, político y social, de acuerdo con los documentos y libros que escribió, y cuyas actuaciones dejaron anécdotas que fueron definiendo su papel y su influencia en los movimientos feministas.
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Las acciones de Concepción Arenal a lo largo de su vida, tanto en lo privado como en lo público, dieron muestra de su rebeldía y de su desacuerdo con el rol secundario que tenían las mujeres en la época.
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Concepción Arenal: Los albores de una vida de sinsabores
Concepción Arenal Ponte nació en Ferrol, una pequeña ciudad de la provincia de La Coruña, el 31 de enero de 1820. Siendo la primera hija del matrimonio entre María Concepción Ponte Mandiá Tenreiro y Ángel del Arenal Cuesta. Más tarde nacerían sus hermanas Antonia y Luisa.
Ángel del Arenal Cuesta fue un sargento mayor cuyas convicciones liberales contrarias al régimen del rey Fernando VII, en la España de ese entonces, le valieron el castigo, la prisión y en consecuencia la enfermedad que lo condujo a la muerte en 1829, cuando Concepción Arenal tenía apenas 9 años.
Huérfana a temprana edad, Concepción acompañó a su madre y a sus dos hermanas cuando se fueron al pueblo de Armaño, en Santander. Allí vivieron con la abuela paterna y fueron formadas bajo una estricta educación religiosa. Permanecieron en este lugar hasta 1835.
En ese tiempo, otra pérdida entristece la vida de la familia, pues muere su hermana menor, Luisa, en 1830.
Es en 1835 cuando la pequeña familia se traslada a Madrid y Concepción recibe formación en un colegio exclusivo para señoritas. La educación que reciben las hermanas Arenal, Concepción y Antonia, no responde a un programa de estudios que ofreciera una formación que llenase las ansias de conocimiento y enriquecimiento intelectual de Concepción, sino que estaba más orientada al comportamiento adecuado en sociedad.
Sin embargo, Arenal aprovecha la oportunidad para aprender de manera autodidacta el italiano y francés, y leía todo lo que cayera en sus manos, especialmente los libros de filosofía y ciencias.
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Concepción Arenal asiste a la universidad
Una vez alcanzada la edad y ya desafiando los intereses de su madre de convertirla en mujer de hogar, Concepción busca cursar estudios superiores. Esta acción constituye una verdadera provocación para un sistema en el que no había cabida para las mujeres en las aulas universitarias.
Tras la muerte de su abuela, Jesusa de la Cuesta, que estaba bajo su cuidado, Concepción Arenal hereda los bienes de la familia, y, posteriormente, con el repentino fallecimiento de su madre, en 1841, la rebelde de 21 años pone en marcha su propósito de entrar en la universidad.
A pesar de que las circunstancias no estaban dadas, pues la educación universitaria estaba estrictamente vedada para las mujeres, Arenal decide asistir a clases de Derecho vestida de hombre.
Varias anécdotas narran la forma particular de vestir de ese “hombre” misterioso que llegaba al aula, se sentaba alejado del grupo y se iba sin entablar conversación con ninguno de sus compañeros. Así logra burlar las restricciones que tenían las mujeres en el sistema universitario y estudia, además de Derecho, Historia, Sociología, Filosofía e idiomas.
Esa educación, que en ningún momento fue formal por cuanto Concepción no cursó ninguna carrera ni obtuvo título universitario alguno por su condición de mujer, le dio luces y las herramientas necesarias para desenvolverse en los terrenos penales y jurídicos, principalmente. Así como todo lo necesario para afinar su pluma y realizar escritos agudos que generaron profundas discusiones y cambios.
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Un giro que la enfrenta a su propio desafío
En 1848, Concepción Arenal contrae matrimonio con el abogado y periodista Fernando García Carrasco, a quien conoció en los predios judiciales y quien constituye un apoyo para los ideales de igualdad que concebía en su cabeza.
Es con García Carrasco que acude a las tertulias en las que se discutía sobre política, filosofía y literatura. Con él tiene dos hijos: Ramón y Fernando.
A pesar de que no logró que la universidad le diera el título de licenciada en derecho tras haber pasado las pruebas escritas y los exámenes hechos por el propio rector de la Universidad Central de Madrid, Concepción no pierde de la mira el objetivo de manifestar sus ideales y decide enfrentar un nuevo reto, el de hacerse escritora.
En ese entonces, y con una pluma sensible y certera, publica obras de teatro, algunos poemas, zarzuelas y novelas. Al mismo tiempo comienzan a aparecer sus artículos en el periódico liberal del momento, La Iberia, donde su esposo estaba a cargo de las editoriales.
Pero la adversidad, siempre a la vuelta de la esquina, le arrebata, en 1857, la vida a su compañero García Carrasco, quien padece una tuberculosis. Es entonces cuando Concepción Arenal, sola y afligida, decide continuar haciendo las editoriales del periódico, pero, con la promulgación de una ley que exige la firma de todos los artículos publicados en prensa, la escritora pierde el trabajo debido a su condición de mujer.
Un nuevo cambio para encauzar otros intereses
A los 37 años y una vez más en Cantabria, alquila una casa propiedad de la familia de Jesús Monasterio, músico con el que forjó una amistad cercana y que con su religiosidad había fundado las Conferencias de San Vicente de Paúl, organización caritativa laica dirigida por voluntarios.
Arenal funda, bajo la convicción de Monasterio, la sección femenina de la SSVP, lo cual constituye el punto de partida para el trabajo voluntario y humanitario mediante diferentes organizaciones al que se dedica la precursora del feminismo.
Uno de los libros que le valieron el reconocimiento como escritora a Concepción Arenal fue el ensayo La beneficencia, la filantropía y la caridad, ganador del premio de la Academia de Ciencias Morales y Políticas.
Este libro fue publicado por Arenal bajo el nombre de su hijo Fernando, quien en ese momento tenía diez años.
Una vez que la Academia descubrió la verdadera identidad del autor del ensayo, el premio no fue entregado, pues no existía ningún antecedente de que una mujer fuera reconocida, pero la participación de Arenal y la importancia de la obra obligaron, por un lado, a abrir el debate sobre la participación de la mujer en el premio, y, por el otro, a que le entregaran el reconocimiento, con lo cual la escritora ganó una batalla.
La experiencia tras la propuesta de cambio de leyes
En 1863 y con su experiencia en Derecho, a Arenal le asignaron el cargo de visitadora de cárceles femeninas, con lo que se convirtió en la primera mujer en desempeñar y asumir esta responsabilidad.
Con la experiencia como base, Arenal escribe cartas a los delincuentes, un nuevo ensayo en el que proponía la reforma del Código Penal conectada con la corriente Krausista, movimiento español caracterizado por la renovación del pensamiento, el humanismo y la tolerancia en el ámbito ideológico liberal.
Es justamente ese ensayo la causa de que finalizaran sus funciones como visitadora de cárceles femenina en 1865. Sin embargo, la experiencia le valió para conocer y tomar conciencia sobre el sistema penitenciario y manifestarlo en sus otros escritos: El reo, el pueblo y el verdugo o La ejecución de la pena de muerte y Oda a la esclavitud, que alcanzó el premio de la Sociedad Abolicionista de Madrid, una entidad que tuvo como objeto la abolición total de la esclavitud en las Antillas españolas: Puerto Rico y Cuba.
En 1868 en plena revolución con la que se intenta establecer un régimen político democrático en España, Concepción Arenal se mantiene en su posición krausista y se vincula con los principales exponentes de este movimiento, al tiempo que se centra en su empeño de lograr la educación formal de la mujer.
Con esto en mente, ofrece las famosas Conferencias Dominicales para la Mujer con el paraninfo de la Universidad Central de Madrid como escenario, y es activa su participación en la instauración de la Asociación para la Enseñanza de la Mujer y la Escuela de Institutrices.
En 1869 trabaja en la fundación del Ateneo Artístico y Literario de Señoras, acompañada de Fernando de Castro, lo cual sienta un precedente en las posteriores acciones que irían en favor de la instrucción de la mujer.
Concepción Arenal como escritora
Más adelante publica otros escritos como La mujer del porvenir, un ensayo que permaneció escondido durante ocho años por tratarse de un libro feminista en el que Concepción Arenal “defiende el libre acceso de la mujer a la educación”, mientras refuta todas las teorías que defienden la superioridad del hombre por condiciones biológicas.
Otras obras que desafían el sistema establecido por dejar a la mujer en desventaja son Estado actual de la mujer en España o La mujer trabajadora, en los cuales reprocha la desigualdad entre los sueldos de las mujeres que se desempeñan en la industria y los de los hombres, así como la falta de instrucción con la que las mujeres asumen tareas industriales.
En sus escritos criticó el hecho de que a la mujer se le inculque como su única misión en la vida la de ser esposa y madre, y no se le persuada de que, sin importar su condición civil en la sociedad, pueda cumplir y también reclamar sus derechos y conservar su dignidad sin que esto dependa de otra persona.
Sus escritos, de gran influencia social, abarcan géneros literarios diversos, de los cuales se pueden resaltar, además de los más emblemáticos que fueron mencionados, algunos títulos como Manual del visitador del pobre, El reo, el pueblo y el verdugo, o La ejecución pública de la pena de muerte, La mujer del porvenir, La voz que clama en el desierto, Examen de las bases aprobadas por las Cortes, para la reforma de las prisiones, La cárcel llamada Modelo, Estudios penitenciarios, Ensayo sobre el derecho de gentes, Las colonias penales de la Australia y la pena de deportación, La cuestión social, Cuadros de la guerra, El delito colectivo, El pauperismo, La instrucción del pueblo, La mujer de su casa, La igualdad social y política y sus relaciones con la libertad y Dios y libertad.
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El legado de Concepción Arenal
A pesar de que persisten sociedades que mantienen a la mujer subyugada, en la actualidad se han dado grandes avances en materia de igualdad de género, y la mujer ha escalado posiciones en terrenos que tradicionalmente habían estado reservados exclusivamente a los hombres, por eso, es difícil imaginar en este siglo XXI lo que tuvieron que experimentar aquellas mujeres que, bien pudiera decirse, estaban adelantadas para la época en la que se desenvolvieron.
Y precisamente, una de esas mujeres fue Concepción Arenal, quien habiendo nacido en 1820, tuvo una visión excepcional para allanar el terreno que más adelante conduciría y se traduciría en la más auténtica de las revoluciones sociales, como fue el feminismo y sus alcances tanto en el siglo XX como en la actualidad.
Aunado a las inquietudes por la igualdad entre hombres y mujeres, está la sensibilidad que la caracterizó en los trabajos que pudo desempeñar y que plasmó en sus escritos que marcaron un hito en el transcurso del desarrollo de temas como la caridad, los privados de libertad, el humanismo y el uso de la religión como formas de ayudar a los más necesitados.
Con 73 años de edad, Concepción Arenal muere en Vigo, habiendo promovido profundas discusiones y sentando las bases de lo que significó más adelante la carrera por la igualdad entre hombres y mujeres.