A pesar de los tiempos que corrían en la época en que nació y creció Emilia Pardo Bazán, su legado, sus frases célebres y toda su trayectoria siguen siendo motivo de celebración en la actualidad, cuando lo extraordinario se hizo cotidiano, como las experiencias que tuvo esta reconocida gallega.
Pardo-Bazán fue una defensora de los derechos de las mujeres y consagró su vida a fomentarlos y defenderlos, no solo en su vida de activista, sino en sus obras publicadas, donde incluyó ideas de modernización de España, lo imperativo de educar a la mujer y la participación de las mujeres en todos los derechos que tenían los hombres.
Emilia Pardo-Bazán y de la Rúa-Figueroa era su nombre completo, había nacido en La Coruña, ciudad de la comunidad autónoma de Galicia, el 16 de septiembre de 1851, quien posteriormente, en 1908, recibió el título de Condesa de Pardo Bazán, otorgado por Alfonso XIII como una forma de exaltar y reconocer su destacada participación en el mundo de la literatura. Hija de gallegos, sus padres fueron José María Pardo-Bazán y Mosquera y Amalia María de la Rúa-Figueroa y Somoza.
El ingenio, la curiosidad la rebeldía, la disposición para aprender todo lo que existía a su alrededor, se conjugó de manera ventajosa con el convencimiento que tenía su padre de que las mujeres deberían tener los mismos derechos que los hombres. Era una época en que aumentaban los derechos de manera conceptual, así como su importancia social, filosófica y política, al menos en Europa, y donde se levantaron movimientos para exigir la libertad de culto, el fin de la esclavitud y los derechos para las mujeres.
Justamente este escenario es donde surge la figura de Emilia Pardo-Bazán, a finales del siglo XVIII, cuando la discusión acerca de los derechos de la mujer se volvió tema central de los debates políticos en Gran Bretaña, Italia y Francia, países que visitó y que le alimentaron la avidez por aprender otros idiomas, como francés, inglés y alemán.
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Una vida acelerada
Emilia Pardo-Bazán tenía apenas nueve años cuando dio muestras de dominar la pluma, y con la biblioteca con que contaba su padre, descubrió un mundo de libros de los que hizo sus favoritos a la obra cumbre de Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, así como La Biblia y La Ilíada, de Homero.
Conoció la obra de La Fontaine y Jean Racine en épocas de invierno cuando su familia se trasladaba a Madrid, al tiempo que acudía a un colegio francés que a su vez le ayudó a sentar las bases intelectuales para vincularse con la literatura de Europa. Con solo doce años de edad, puso fin a la tradición familiar limitaba a las mujeres a aprender música y economía hogareña; así que comenzó a formarse en materias más profundas como humanidades, artes e idiomas.
Conocía el mundo que le rodeaba y tenía conciencia de la importancia de la participación de la mujer en cuestiones de ciudadanía, y, a pesar de que no pudo cursar educación superior pues estaba prohibida para las mujeres la formación en ciencia y filosofía, consiguió formarse mediante los libros y los amigos cercanos de su padre.
A Emilia Pardo-Bazán se le identifica como poetisa, dramaturga, crítica literaria, traductora, editora, periodista, ensayista, catedrática, feminista y conferencista española y ferviente activista del naturalismo, corriente filosófica que considera que es la naturaleza el único principio de todo lo que es real.
Emilia Pardo-Bazán de apenas 16 años de edad, se casó con José Quiroga Pérez Deza, y luego de la boda la pareja hizo un recorrido por España, para decidir, después de un tiempo, instalarse a vivir en Madrid. De esos viajes surgieron las crónicas de sus recorridos, que se publicaron en el diario El Imparcial, donde hace mención a la necesidad de España de “europeizarse” y hace recomendaciones de viajar por Europa, cada año, una vez como mínimo, para mejorar la educación.
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Vida intelectual y prolífica
De su matrimonio con José Quiroga nacieron Jaime, en 1876; Blanca, en 1879; y Carmen, en 1881; ya por razones intelectuales y por los intereses literarios de Pardo-Bazán, la relación llegó a su fin.
Estudio crítico de las obras del padre Feijoo, publicado en 1876 fue el primer trabajo que se conoció de Pardo-Bazán; se trataba de un escrito acerca de uno de los intelectuales más destacados del siglo XVIII. En ese mismo año apareció su primera publicación, un poemario titulado Jaime, que consagró a su hijo que acababa de nacer. Además, fue colaboradora de La Ciencia Cristiana, revista católica que utilizó como tribuna para oponerse al darwinismo.
La Tribuna, primera novela naturalista española y primera novela social, trata de la historia de una mujer obrera en un ambiente de trabajo que se desarrolla en una fábrica, donde se lleva a cabo una huelga cuya protagonista es una joven que lucha por las reivindicaciones obreras. La historia incluye el amor de la valiente mujer con un hombre de mejor posición, quien la seduce y la engaña dejándola sola con su hijo.
Emilia Pardo-Bazán es quien incluye en la novela española al proletariado, describiendo las formas de trabajo de las industrias, las duras y cruentas jornadas laborales y la movilización social, incluyendo el desenvolvimiento del mundo femenino y de los horarios dobles que cumplen las obreras que son trabajadoras y madres a la vez. Pardo-Bazán siguió trabajando en sus intereses literarios; su preocupación iba más allá de las polémicas literarias, y comenzó a formar parte del periodismo dedicada a la política y de iniciar la libertad femenina, tanto social como intelectualmente.
Entre los ensayos publicados están La Revolución y La Novela en Rusia, publicada en 1887; La Mujer Española, 1890.
En ese mismo año, cuando muere su padre, se evidencia una evolución de su obra hacia el simbolismo y la espiritualidad, en títulos como:
- Una cristiana y La prueba, de 1890
- La piedra angular de 1891
- La quimera de 1905
- La sirena negra de 1908
- Dulce dueño de 1911
Su sello se evidencia, además en los más de 500 cuentos y relatos publicados, y que fueron compilados en:
- Cuentos de la tierra de 1888
- Cuentos escogidos de 1891
- Cuentos de Marineda de 1892
- Cuentos sacro-profanos de 1899
Emilia Pardo-Bazán murió el 12 de mayo de 1921, a los 69 años, víctima de la diabetes.