Desde hace un tiempo, existe la percepción de que la violencia en la sociedad va en aumento. La violación de las leyes y la falta de castigos contundentes a los transgresores parecen estar convirtiéndonos en una sociedad violenta.
Vemos la corrupción y la impunidad como elementos cotidianos de nuestra vida y nos convertimos en una sociedad resignada, cuando no de cómplices.
La tendencia creciente y exacerbada a resolver las diferencias con los otros de forma violenta es la respuesta más común. Tratamos de imponer nuestra pequeña cuota de poder cuando tenemos la oportunidad. Y no importa el tema del que se trate –política, fútbol, relaciones personales–, la violencia, antes que la tolerancia y la empatía, suele ser la respuesta.
Estos desórdenes en la conducta social de un país tienen consecuencias graves, sobre todo cuando la violencia en la sociedad inicia desde el poder político y económico.
Contenido
El animal social de Aristóteles
Según Aristóteles, el humano es un animal social por naturaleza; lo denomina zóon politikón. Esta naturaleza social del ser humano ha sido verificada a lo largo de la historia pues, desde sus orígenes, el hombre ha vivido en sociedad.
Es decir, el ser humano necesita pertenecer a un grupo con el que se identifique y en el que sea reconocido. Una comunidad de iguales en la que se respeten sus derechos. Aristóteles la denominó polis.
Para lograr la convivencia organizada y colaborativa, la polis se rige por normas comunes, aceptadas por todos sus miembros. En sus documentos, Aristóteles define las estructuras básicas sobre las cuales se debe fundamentar la vida en sociedad y la convivencia cívica. Para él, la sociedad representa «el mayor logro» social, constituida como «una asociación de seres iguales, que aspiran en común conseguir una existencia dichosa y fácil». Señala que, para vivir en la polis, la ética es «condición necesaria, no suficiente, de la interacción ciudadana».
Social sí, ¿pero violento?
Por otra parte, los liberales del siglo XVIII señalaron que el ser humano siempre ha sido violento, y terminan con el altruismo humano adjudicado a las ideas de Aristóteles. Son los liberales quienes sentencian el apotegma de que «los derechos de cada uno terminan donde empiezan los derechos de los demás». Los demás es el límite de mis derechos; sobrepasar ese límite implica violencia hacia el otro.
El liberalismo clásico plantea que el ser humano es social solo por interés, no de forma natural, y que la sociedad es un constructor. Para ellos, la sociedad no es consustancial con el ser humano, sino que el ser humano la crea como pacto social. Pero reconocen que el ser humano es también racional. Sabe que el pacto social necesita límites. Por eso, le otorga al Estado la potestad de ejercer violencia para garantizar que el uso de la libertad individual no trasgreda la libertad de los demás.
La violencia en la sociedad es controlada por la violencia legítima ejercida por el Estado. Pero, ¿qué pasa cuando las normas de convivencia no se cumplen? ¿Cuando quiero que mis derechos vayan más allá de los del otro?
Sociedad violenta
Formas de violencia en la sociedad
La globalización, más que permitir un mayor entendimiento entre los seres humanos, ha sido un motivo para que la violencia en la sociedad vaya en aumento. La constatación que ha permitido el mundo global de las diferencias humanas no ha favorecido la evolución de la tolerancia y el respeto mutuo.
La aversión a las diferencias, la percepción distorsionada de la diversidad humana, y la incomprensión y falta de tolerancia hacia otras formas de ver el mundo han llevado al surgimiento de una sociedad cada vez más violenta.
Pero no siempre es fácil reconocer la violencia. En muchos casos está normalizada y la aceptamos como algo esperable o, incluso, no la reconocemos. La sociedad violenta tiene muchas formas de manifestarse. Depende del modo cómo se ejerza, de quién la ejerza y sobre quién se ejerza. Por eso, repetimos, reconocerla no siempre es fácil.
La violencia física y la violencia psicológica adquieren múltiples formas en la sociedad violenta. La violencia doméstica, la violencia en el deporte, el bullying escolar, las agresiones racistas y/o homófobas, la sociedad permisiva, el vandalismo, la tiranía, los prejuicios… cualquier ejercicio descontrolado del poder sobre otros, la permisividad, el menosprecio o la incitación al odio constituyen actos violentos. Incluso, la sola exposición a actos violentos promueve la violencia.
¿Qué hacer?
Como vemos, son muchas las formas en las que la sociedad violenta se manifiesta, pero la violencia es una sola, con una sola causa: la falta de respeto por el otro. Respetar la forma de pensar del otro, sus sentimientos, su forma de ver el mundo no significa perder mi esencia. Significa ser empático y comprenderlo en su contexto, en su realidad.
La sociedad violenta nos lleva a querer ser lo que no soy, a sentir lo que no siento, a creer lo que no creo y a merecer lo que no merezco. Nos lleva a vivir para la sociedad y según la sociedad, sin tomar en cuenta la individualidad y la rica diversidad del ser humano.
Pero, como decía Aristóteles, la sociedad está formada por el ser humano, por lo que la sociedad violenta la crea el ser humano violento. Tal vez es un círculo vicioso del cual es difícil salir. ¿Es algo imposible? Seguramente no, porque el ser humano también es racional y emocional y, como decían los liberales, aunque sea por interés, debemos luchar para reducir la violencia en la sociedad.
Tenemos que partir del hecho de que, en esencia, todos somos iguales. Principalmente, que todos tenemos igual derecho a la vida, a la superación, a la diferencia, al disfrute del mundo como sociedad.
Finalmente, a pesar de tanto escepticismo hacia los valores de la sociedad actual, la globalización no parece haber sido tan destructiva. El saber del otro y de sus circunstancias también parece haber despertado la conciencia de muchas personas. Así que puede que Aristóteles todavía tenga la última palabra…
gracias